lunes, 23 de marzo de 2009

POSTALES LITERARIAS DE CHASCOMÚS: HUMBERTO MANYA


Manya, la burra “Golondrina” y su escolta perruna son parte de la historia de
la ciudad de Chascomús.
De tanto deambular por las calles del barrio Fátima no había vecino que no los conociera, y hasta los perros del barrio los ladraban apenas, es decir, de compromiso.
El hombre y su escolta se movían, casi siempre, en redondo.
Primera parada: panadería “la Moderna”, luego se bajaba en el almacén y por último en la carnicería. Ya con los mandados hechos enfilaban rumbo al cañaveral agreste de la
vieja y abandonada papelera – su morada -, llena de objetos indescifrables, escondidos detrás de yuyos y cardos gigantes.
El sol, enmarañado en las nubes, avanza entre las plantas cuando ellos aparecen
como una visión irreal en la calle Díaz Vélez y Azcuénaga.
Sonidos discordantes sacuden el aburrimiento…Voces de niños cantando: ¡Manya…! ¡ Manya…! ¡Manya polenta…!
EL Caballero de la Orden del Perro sonríe, mientras su voz dice: ¡Vamos golondrina!
El polvo de tierra corre con ellos como un ser vivo. Son un montón de solitarios juntos, actuando en el escenario de la vida.
Humberto dice: ¡Vamos golondrina…!
La burra blanca alza la cabeza y desparrama sonidos de cascabeles. El tiempo se
enreda en las nubes negras y llueve. El agua los moja y los embarra de pie a cabeza.
Golondrina trota parejo… Están volviendo…Cerrando otro redondel.
La noche persigue reflejos y los mata en total silencio.
Vidas vibrando en las pausas del trabajo. Ojos prendidos, agazapados en la oscuridad.
Mantos peludos enroscados. Hocicos buscando pulgas en los montes de pelos con
precisión de cirujano. Y la vida avanza…
Humberto vaga libre de toda atadura social.
Los rastros no alcanzan a borrarse cuando ellos vuelven a pasar. Chimangos planeando
y descendiendo en los palos del alambrado del campo de Lartigue, graznan al cortejo.
Fragancia de flores silvestres y alboroto de pájaros. Impresiones rápidas que se mezclan
Con aroma a eucalipto, hinojo y violetas.
Manchas negras apuntan y matan los colores revueltos de la tarde.
El hombre sensible está sentado frente al fuego. Tiene los pantalones arremangados bien
arriba de las rodillas, los perros lamen sus piernas sufrientes. La historia se difunde: La perrada lo cura.
Dicen que los lanudos fueron llegando a Humberto, uno a uno, todos venidos de la calle del desprecio. El hombre compartía con ellos el trabajo, las penurias y las alegrías. Ellos eran su todo, desde que su compañera tomó un tren y se bajó en la estación del olvido.
Cierta mañana, tarde o noche, el duende de perfil afilado estuvo débil y enfermo. Agudos dolores y un profundo sangrar de las piernas lo derribaron. Casi no se movía. Sus ojos perdían brillo y los peludos comenzaron a llorar. Se acercaba el fin en el mundo visible. Clima de tensión. Sus amigos no podían curarlo esta vez.
Voces vecinas llamaron al hospital y Humberto quedó internado.
Ese fue el día del asombro. ¡Alarma vecinal!
Las personas se fueron amontonando…Una jauría acampando frente al hospital…
Sus fieles amigos habían seguido el rastro. Las almas sensibles de la ciudad les acercaron alimento y agua. Más allá del drama, este hecho fue un aprendizaje para muchas personas.
Todos vieron y sintieron una fuerza superior mostrando belleza y vibraciones distintas.
No hubo más.
Cuando Humberto dio su último suspiro terrenal, ellos, sus amigos, lo supieron, porque todos entonaron aullidos fúnebres.
ELBA AUGHY
CHASCOMUS 2008

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